Violência contra a mulher e deslocamento forçado. Análise das estratégias de vida das chefes de família em Medellín
El conflicto armado vivido por la población colombiana desde la mitad del siglo pasado ha producido más de cinco millones de personas desplazadas en las décadas recientes (cerca del 10% de la población nacional), y de ellas, las mujeres y sus hijos e hijas son un grupo importante. Este trabajo está dirigido al análisis de las mujeres jefas de hogar –aquellas que ejercen la autoridad en sus hogares y actúan como responsables de los mismos– que han sido víctimas del desplazamiento forzado y que han arribado a la ciudad de Medellín. Mediante las técnicas de observación y entrevista en profundidad hemos recogido los relatos de vida de un grupo de 42 mujeres. A través de sus testimonios, conocemos las estrategias de vida puestas en marcha a lo largo de los años para hacer frente a las situaciones de vulneración de sus derechos y violencia ejercida en su contra; en ello particularmente centramos la reflexión de este artículo. Con su origen campesino, su baja escolaridad, una descendencia numerosa, tales mujeres deben encarar nuevas amenazas en la gran ciudad, vivenciando situaciones de desarraigo, violencias, pobreza y exclusión social.
The armed conflict faced by Colombian population from this last half century has produced more than five million displaced people in recent decades (near to 10% of the national population). Women and their children are an important part of this group. This paper focuses on women heads of households –which are authorities in the home and are responsible for its protection – that have been victims of forced displacement and have arrived in the city of Medellin. In particular, it focuses on the life strategies implemented by them over the years to deal with situations of violations of their rights and violence. Because of their rural origins, their low education, their numerous descendants, they must face new threats in the big city and are exposed to situations of uprooting, violence, poverty and social exclusion.
O conflito armado vivido pela população colombiana desde meados do século passado tem produzido mais de cinco milhões de pessoas deslocadas nas décadas recentes (cerca de 10% da população nacional). As mulheres e seus filhos são uma parte importante dos afetados. Este artigo tem por objetivo a análise das mulheres chefes de família –aquelas em posição de autoridade em casa e que são responsáveis das suas famílias– que têm sido vítimas do deslocamento forçado e têm chegado na cidade de Medellín. Usando técnicas de observação e entrevista em profundidade reunimos as histórias de vida de um grupo de 42 mulheres. Através dos seus testemunhos conhecemos as estratégias de vida implementadas ao longo dos anos por elas para enfrentar as situações de violência e as violações dos seus direitos. As reflexões deste artigo estão particularmente focadas nisso. Devido à sua origem camponesa, a sua baixa escolaridade e os seus numerosos descendentes, tais mulheres devem enfrentar novas ameaças na cidade, vivendo situações de desenraizamento, violência, pobreza e exclusão social.
Desplazamiento forzado ; jefas de hogar ; conflicto armado ; derechos humanos
Forced displacement ; heads of household ; armed conflict ; human rights
Deslocamento forçado ; mulheres chefes de família ; conflito armado ; direitos humanos
Desde hace varias décadas, la situación sociopolítica y económica de Colombia –generada por el conflicto armado– ha provocado el desplazamiento de millones de habitantes desde las zonas rurales y pequeños poblados hacia las grandes ciudades. Ese proceso obliga a su población a moverse por el territorio a razón de las continuas coacciones de distintos grupos interesados en controlar las zonas donde estas personas habitan.
Colombia es el único país de la región que aún conserva un movimiento alzado en armas (las FARC) con origen en reivindicaciones por la tierra1 y emulaciones de la Revolución Cubana de 1959. Los grupos armados que fueron comunes en América Latina durante la década de los sesenta y los primeros años de la década siguiente f ueron desapareciendo paulatinamente, excepto en Colombia, donde no sólo se han mantenido, sino que han coexistido varios con diversas tendencias ideológicas. Al momento de escribir este texto avanza, por cuarta ocasión, una mesa de diálogo formal para intentar encontrar una solución política al conflicto armado.
Distintas fuentes estadísticas2 confirman que las personas que sufren el desplazamiento forzado son, en su inmensa mayoría, mujeres y menores de edad procedentes del ámbito rural que, tras verse impelidas a abandonar sus tierras, deben hacinarse en zonas urbanas periféricas caracterizadas por la miseria y la marginalidad. Hay también una característica especial en la población desplazada, como lo señala la ACNUR: “Según el séptimo informe de la Comisión de Seguimiento a la política pública sobre el desplazamiento forzado (de octubre 2008), el 43% de las familias desplazadas tienen jefatura femenina, y en 68 de cada 100 casos, esas mujeres desplazadas cabeza de familia están solas”.3
El desplazamiento forzado viola sistemáticamente los derechos humanos por los efectos que provoca en la población, afectando de manera diferenciada a mujeres y hombres. A su llegada a la ciudad, las mujeres se ven obligadas no sólo a hacer frente a todas las dificultades propias de un territorio desconocido, sino también a otros problemas específicos como la discriminación y la violencia por razón de género. Aunque la Corte Constitucional impuso al gobierno colombiano el establecimiento de niveles mínimos de protección de los derechos fundamentales, lo cierto es que la adquisición de la condición de persona desplazada no garantiza en muchos casos el goce efectivo de los derechos, puesto que estar en el Registro Único de Víctimas no genera automáticamente ninguna reivindicación.
Con este artículo, fruto de la investigación interuniversitaria (Universidad Pablo de Olavide–España y Universidad Pontificia Bolivariana–Colombia) y el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), queremos, por un lado, exponer la compleja y difícil situación de violencia que viven estas mujeres como consecuencia del conflicto armado que persiste en Colombia, mismo que las ha convertido en pobladoras desarraigadas dentro de su propio país; y por otro, más concretamente, visibilizar las diferentes estrategias de vida puestas en marcha por nuestras informantes con el fin de enfrentar las numerosas vicisitudes que se derivan de su llegada, asentamiento y sobrevivencia en ese medio ajeno y hostil que para ellas es la gran ciudad.
Los orígenes de este trabajo se remontan al año 2008, momento en el que los autores inician el proyecto de investigación “Mujeres y desplazamiento forzado. Análisis de las estrategias de sobrevivencia de jefas de familia en Medellín, Colombia”, desarrollado hasta el año 2011. La investigación, de carácter interdisciplinar, planteó los siguientes objetivos:
Desde el interés por conocer lo que ha supuesto el desplazamiento para estas mujeres jefas de hogar, el enfoque de la investigación ha sido predominantemente cualitativo. Más que cuantificar una problemática, hemos querido conocer el significado que ha tenido para ellas todo el proceso del desplazamiento y de asentamiento en la ciudad desde sus propias experiencias subjetivas. Ha sido esa dimensión personal, esto es, sus relatos de vida, la que más nos ha interesado.
El enfoque cualitativo nos permite una proximidad a un fenómeno desde una perspectiva holística y, al mismo tiempo, nos permite ahondar en ciertos aspectos desde una dimensión más particular y concreta. “Para los científicos sociales, las experiencias particulares de las personas recogidas a través de las historias de vida representan la posibilidad de recuperar los sentidos, vinculados con las experiencias vividas, que se ocultan tras la homogeneidad de los datos que se recogen con las técnicas cuantitativas”.4 Para ello, las técnicas principales para la recolección de datos han sido la entrevista en profundidad y la observación, habiendo tenido una mayor relevancia la primera, que fue estructurada en tres niveles cronológicos y temáticos claramente diferenciados:
La realización de la mayoría de las entrevistas en los domicilios de las informantes nos ha permitido situarnos en el contexto en que transcurren sus vidas cotidianamente. Es así que a través de la observación hemos podido comprobar de manera directa las condiciones de las infraestructuras de los barrios periféricos donde ellas se ubican, el equipamiento de sus hogares y la dinámica en la que se desenvuelven sus relaciones vecinales. Hemos trabajado con un grupo de 42 mujeres jefas de hogar, seleccionadas de entre las diferentes instituciones gubernamentales y organizaciones implicadas en las labores de atención a la población desplazada. Los criterios para la selección de la muestra fueron los siguientes:
De igual modo, consideramos relevante contemplar la zona geográfica de procedencia, dado que no en todas ellas se había vivido la problemática del conflicto armado con la misma intensidad ni bajo las mismas circunstancias.
Como cierre de la investigación, realizamos un seminario-taller con las informantes para una devolución de los resultados, donde tuvimos la oportunidad de debatir y reflexionar con todas ellas nuestro informe final.
Todas nuestras informantes, a priori, debían ser las responsables de su unidad doméstica, bien al ser sus principales proveedoras económicas o bien por ser las encargadas de la redistribución de todos los recursos que revertían al interior de la misma gracias a la colaboración de varios de sus miembros. Además de esta vertiente, estrictamente económica, estas mujeres manifestaban y eran reconocidas por su status de máxima autoridad, por su posición influyente ante la toma de decisiones y su papel esencial en la crianza y socialización de todos los menores integrados en la unidad doméstica.
El promedio de edad ha sido de 45.7 años. La variedad de edades al momento del desplazamiento revela algunas de las características del conflicto colombiano: afecta por igual a todas las personas residentes en las zonas de expulsión, sin considerar si existe o no una vinculación directa con la confrontación ni cuáles son sus condiciones de vida.
La mayoría de las mujeres procedían de entornos rurales y con frecuencia de veredas caracterizadas por su hábitat disperso y sus difíciles condiciones de acceso, así como por la carencia de infraestructuras y servicios básicos. A pesar de estas dificultades, en todos los casos se trataba de lugares que ofrecían las condiciones mínimas para que estas mujeres y sus familias pudiesen cubrir las necesidades de sobrevivencia cotidiana. Algunas incluso nos confirmaron el hecho de que sus familias contaban con tierras, viviendas y animales en propiedad, lo que les permitía vivir de una manera algo más desahogada.
En su infancia y en el entorno familiar algunas no estuvieron exentas de violencia tanto doméstica como conyugal que se traducía en maltrato verbal, psicológico y físico, incluyendo el trabajo doméstico de forma obligatoria o en empresas familiares. Prácticamente todas las mujeres entrevistadas constituyeron sus familias de procreación a temprana edad (14 - 16 años). El tamaño de estas familias tiene un promedio de 6.2 personas y en ellas llegan a convivir hasta tres generaciones. Las uniones maritales de hecho o unión libre tienen una presencia mayoritaria entre este grupo de mujeres, aunque varias de ellas se rompieron, bien porque un día cualquiera y al fragor de la guerra el compañero desapareció, o sencillamente porque abandonaron en forma voluntaria el hogar. En cuanto a las mujeres viudas, hay quienes perdieron a sus parejas por causas naturales, pero también, y sobre todo, destacan aquellas cuya pérdida está en estrecha relación con la confrontación armada.
Las historias narradas ponen de manifiesto las diversas modalidades de violencia que implementan los actores armados y que obligan a las mujeres a huir. Hay quienes lo hacen de manera urgente, presionadas en ocasiones por amenazas que las instan a abandonar sus viviendas en un plazo de 24 horas. Otras, aún sin recibir amenazas directas, lo hicieron ante las reiteradas demandas de los distintos actores armados con respecto a algunos miembros de su familia, en especial a los hijos varones. Preservar la vida de éstos, alejarlos del conflicto, evitar que los actores armados los incorporen a sus filas, son para estas mujeres motivación fundamental para tomar la decisión de desplazarse. En otros casos, la causa determinante está directamente provocada por la desaparición y muerte de seres queridos.
La mayoría de las mujeres que eligieron la ciudad de Medellín contaban con algún otro miembro de la familia u otros paisanos asentados en ella; seis de ellas tenían un conocimiento anterior de la ciudad, dado que años atrás habían tenido vínculos laborales, por lo general como empleadas en casas de familia . Contar con el apoyo de dichas personas, que realizaron la primera acogida a la llegada, supuso para estas mujeres una clara oportunidad para salir de las zonas donde se vivía el conflicto y/o habían recibido amenazas. Nuestras informantes relataron que llegaron de arrimadas , es decir, pasaron a vivir y depender, inicialmente, de la familia acogedora. Pero lo cierto es que todas ellas sin excepción, y con el transcurrir del tiempo, han ido llegando al convencimiento de que el retorno es prácticamente inviable.
En cuanto a su ubicación en la ciudad, la inmensa mayoría de estas mujeres residen en barrios periféricos, habitados en un alto porcentaje por población desplazada y caracterizados por la escasez de recursos y servicios, la pobreza y la exclusión social. “Barrios que hacen parte de los llamadas cinturones de miseria o barrios subnormales, sectores donde el mercado de tierras es aún de relativo fácil acceso, gracias a la ausencia de controles estatales en su uso y regulación y a sus bajos precios, en comparación con otros sectores”.5 Aquellas mujeres que, a lo largo de estos años, han realizado desplazamientos intraurbanos se han visto obligadas a hacerlo a otros barrios con similares características.
Podríamos afirmar que una de las carencias más significativas de esta población la encontramos en relación con la educación formal. La procedencia rural, su condición de mujeres y el trabajo desde la infancia, fueron, entre otras, las circunstancias que les impidieron el acceso a la escuela o incidieron el temprano abandono de la misma. Algunas han asistido a distintos cursos para validar la educación básica primaria y las más jóvenes han intentado seguir ese mismo proceso con sus estudios de bachillerato. Sólo una de las entrevistadas accedió a la universidad.
En cuanto a la situación económica, podemos afirmar que la mayoría vive en condiciones de bastante precariedad. Sin trabajo estable y sin formación alguna para emprender proyectos productivos rentables, en muchas ocasiones han debido acogerse a lo más inmediato: la mendicidad, conocida popular y eufemísticamente como el recorrido . La mayoría de las actividades laborales desempeñadas por estas mujeres se concentran en el servicio doméstico, trabajando por horas en casas de familia; en el sector textil, como obreras en talleres; en el comercio callejero muy diversificado, o en tareas de recogida y reciclaje (latas, plásticos, etc.). Como se puede observar, todos ellos son trabajos precarios e inestables, insertos en el mercado informal y que prácticamente en ningún caso proporcionan los recursos económicos imprescindibles para el sostenimiento de sus familias. Se trata de actividades con escasa o nula valoración social que, en ocasiones, llegan a ser realizadas en condiciones de explotación.
Los datos referentes a la economía familiar muestran que en al menos 30 de los casos analizados los ingresos obtenidos –que deberían garantizar el sostenimiento de la unidad doméstica– no alcanzan al valor del salario mínimo mensual establecido por el gobierno colombiano. Por tanto, siendo conocido que tal valor no es suficiente para atender las necesidades básicas de una familia de cuatro personas, el que este mínimo ni siquiera sea alcanzado por muchas de nuestras informantes revela las condiciones de pobreza en que viven ellas y sus familias.
El desplazamiento forzado no es un movimiento migratorio simple, pero sí constituye una forma de poblar diferencialmente la extensa y variada geografía nacional. El desplazamiento forzado, a diferencia de la migración socioeconómica tradicional,6 conlleva, por una parte, a que la población se mueva por el territorio en corrientes que se forman en períodos breves de tiempo y, por otra, a que las distancias recorridas sean distintas, pues el objetivo no es tanto llegar como sí lo es huir del lugar de origen.
La violencia política bipartidista que padeció Colombia en las décadas de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado impulsó grandes masas de población campesina hacia pueblos y ciudades en una diáspora que se movía en múltiples direcciones, dando origen a las primeras concentraciones metropolitanas, como ocurre con el Valle de Aburrá (cuya ciudad principal es Medellín) a principios de la década de los sesenta. Entre 1951 y 1964 los municipios de Itaguí, Envigado y Bello estuvieron entre los de mayor crecimiento.7 La población huía de sus contradictores partidistas, bien conservadores o bien liberales, hacia los centros poblados que deban señal de alguna oportunidad económica producto del desarrollo de la incipiente industria manufacturera, en este caso, relacionada con el sector textil.
A partir de los años sesenta y hasta la década del ochenta se acelera de manera dramática la tasa de crecimiento de la población urbana en Colombia, pero se agregan nuevos ingredientes: por un lado, la lucha por el control territorial del campo impulsada por los movimientos guerrilleros de izquierda, que llegan a ser tantos como ideologías políticas se mueven en el mundo (FARC, ELN, EPL, Quintín Lame, etc.), y, por otro, la contraofensiva militar del Estado para impedirlo. La urbanización se consolida y el censo de 1985 revela que el 66.5% de la población del país es residente en las cabeceras municipales (centros del poder político administrativo).
Desde esa década hasta hoy la población sigue llegando a las grandes ciudades y a los nuevos centros urbanos receptores, pero por razones que poco tienen que ver con los flujos migratorios tradicionales. No es la motivación de otras oportunidades económicas ni la movilidad social las que impulsan la población desplazada hacia esta zona del Departamento. El censo del año 20058 revela que el total de población en los seis principales municipios del Valle de Aburrá se ha duplicado a partir de 1973, pues de 1 406 9009 contabilizados en el censo de ese año, llega a 3 092 252 personas, de las cuales sólo el 3.9% reside en las áreas rurales.
Al proceso de desplazamiento se ha agregado en este período la violencia generada por los grupos armados de autodefensa, paramilitares y del narcotráfico. El desplazamiento forzado, como única opción para salvar la vida, aparece en el horizonte de millones de colombianos y colombianas, que no son libres de elegir su destino. En este caso no hay valoración de alternativas, no hay sopeso de pros y contras, de ganancias y pérdidas entre el lugar de origen y el lugar de destino; hay que salir de inmediato, con los sobrevivientes, en una estructura demográfica también distinta, pues los hombres mueren en su mayoría en la confrontación. Ésa es la realidad de los últimos 50 años. En consecuencia, no es lo mismo ser migrante que desplazado y, aunque para efectos del conteo de población puedan resultar de la misma naturaleza, los resultados sociales, económicos y políticos son radicalmente diferentes.10
En el año 1997, ante los hechos cumplidos, se expide la Ley 387, que define en su artículo 1º:
Es desplazado toda persona que se ha visto forzada a migrar dentro del territorio nacional abandonando su localidad de residencia o actividades económicas habituales, porque su vida, su integridad física, su seguridad o libertad personales han sido vulneradas o se encuentran directamente amenazadas, con ocasión de cualquiera de las siguientes situaciones: Conflicto armado interno, disturbios y tensiones interiores, violencia generalizada, violaciones masivas de los Derechos Humanos, infracciones al Derecho Internacional Humanitario u otras circunstancias emanadas de las situaciones anteriores que puedan alterar o alteren drásticamente el orden público.11
La Ley 387 utiliza el término migrar asociado a la palabra forzado sin contemplar el impacto de las situaciones que enumera a continuación y que, obviamente, restan cualquier condición de voluntariedad, que es uno de los factores implicados en los procesos migratorios. Las técnicas demográficas tradicionales y sus fuentes de información no están en capacidad de diferenciar adecuadamente estos dos tipos de población. La población desplazada de manera forzada no debe asimilarse a un migrante tradicional, pues se oculta la gravedad del fenómeno y los impactos sociales y políticos tienden a desaparecer. La persona desplazada no se movió por su propia voluntad, tuvo pocas opciones de escoger el lugar de destino y las posibilidades de retorno son mínimas, al menos, con el conflicto vigente.12
Nuestro énfasis en esta diferenciación radica en querer resaltar el desplazamiento forzado como un acto violento en sí mismo, pues el mismo Derecho Internacional Humanitario lo considera como una violación de los Derechos Humanos. Esta violencia es lo que impulsa a las personas a desplazarse hacia lugares más seguros, aunque lo cierto es que, en esa búsqueda, no siempre lo logran. En el análisis de cómo afrontan las mujeres las vicisitudes que encuentran en la ciudad, centramos el siguiente apartado.
“Quienes se desplazan lo hacen porque sienten que su vida o la de sus familiares peligra; desplazarse es, por lo tanto, una estrategia de salvaguarda y de conservación de la vida y de la unidad familiar”.13 El desplazamiento en sí mismo constituye esa primera estrategia que les permite preservar la vida, pero es sólo el primero de los muchos retos que construyen el largo, complejo y complicado proceso por el que se ven obligadas a transitar estas víctimas de la violencia indiscriminada.
Las mujeres ingresan a la ciudad con enormes desventajas: bajos niveles de escolaridad, saberes vinculados a labores desvalorizadas socialmente en las urbes; llegan además profundamente afectadas por la brutalidad de la violencia, por sus abruptas e intempestivas salidas, y desorientadas por lo extraño que resultan los barrios a donde arriban. Estas circunstancias las condenan a mantener o agudizar sus condiciones de pobreza y son una clara manifestación de la violencia que se ejerce contra ellas.
Considerábamos de gran relevancia la presencia de distintos agentes sociales, su oferta y, más en concreto, las posibles interrelaciones establecidas entre éstos y las mujeres desplazadas. Porque es evidente que las estrategias emprendidas por éstas no tienen sólo un carácter individual o familiar, sino que se sustentan, sobre todo, en la bidireccionalidad creada con otros sectores y grupos con posiciones bien diferenciadas al exterior de la unidad doméstica.
En un primer momento considerábamos que las estrategias que activan las mujeres en relación con el ámbito público podrían ser de las más importantes; sin embargo, conforme hemos analizado los discursos, hemos podido apreciar que en la mayoría de los casos, quedaban reducidas a ayudas humanitarias de emergencia, puntuales y básicamente de carácter económico asistencialista.
A su llegada a Medellín, aquellas mujeres que realizaron la declaración como desplazada recibieron del Comité Internacional de la Cruz Roja, algunas otras ONG o del gobierno local la ayuda de emergencia que incluye: alimentos básicos, alojamiento, vestido y asistencia sanitaria. Es importante señalar que, como una estrategia más, durante esa primera etapa no todas realizaron su declaración, a fin de permanecer en el anonimato y/o debido al miedo de ser relacionadas con alguno de los actores armados. Esto se debe al hecho de que:
los desplazados que ingresan en la ciudad son calificados como exguerrilleros o paramilitares, en otros casos como delincuentes o avivatos. La población establecida tiende a suponer que en efecto el desplazado “es de uno u otro bando, y algo hizo o debía para que lo sacaran de su tierra”, o simplemente tiende a calificarlos como “un problema”, por cuanto vienen a disputarles los ya escasos bienes y servicios urbanos o a sumar conflictos a los barrios.14
El desconocimiento de sus derechos, de los mecanismos de protección y hasta la indolencia de las instituciones públicas también llevó a algunas mujeres a omitir su declaración de desplazamiento. Así encontramos un relato que lo deja ver claro:
Cuando eso conocía muy poquito a Medellín o prácticamente yo no conocía y los hijos míos tampoco, pues nosotros veníamos de una finca y entonces ni ellos conocían ni yo tampoco, entonces nos mandaron para una parte que yo no sabía por dónde fui … y fuimos a donde nos dijeron, vaya a tal parte, yo no me acuerdo a donde fuimos ni como se llama eso, nosotros dijimos que era desplazada y entonces allá apuntaron un montón de cosas pero como que no nos pararon bolas…15
Con respecto a la protección para el empleo, algunas mujeres han disfrutado o disfrutan de programas de formación para mejorar su situación de empleabilidad. Aunque un gran número de las informantes recibieron capacitación para el trabajo, sólo algunas consiguieron poner en marcha proyectos productivos. De entre los que se iniciaron, pocos han tenido resultados exitosos, debido sobre todo a la falta de acompañamiento, supervisión y viabilidad de los mismos.
Insertarse en el mercado de trabajo formal no ha sido posible, pues no tienen ni la educación ni la capacitación requerida, desconocen la mecánica de la contratación y no tienen las relaciones necesarias para llegar a los oferentes de trabajo. Es necesario anotar que el desempleo o el subempleo se constituyen en una constante de este grupo de población.
Según los testimonios de las mujeres entrevistadas, podemos afirmar que las ayudas de orden público no suponen, en ningún caso, la principal fuente de sobrevivencia económica, si bien, la mayoría de ellas, tras declarar su situación de desplazadas, hayan recibido algunas ayudas públicas.
Al margen de los recursos y posibilidades que el Estado pone a disposición de las personas desplazadas, es necesario destacar la oferta existente en el ámbito privado; esto es, la que brindan numerosas organizaciones y entidades no-gubernamentales. Todas tienen, tanto cualitativa como cuantitativamente, una gran importancia y presencia en la cotidianidad de las mujeres con las que hemos trabajado.
Para la mayoría de ellas, su relación con distintas entidades dependientes de la Iglesia Católica, así como con numerosas ONG’s, ha sido esencial en su devenir como desplazadas en Medellín, dado que les han ofrecido, a lo largo de todos estos años, el apoyo necesario para suplir numerosas necesidades del orden material y emocional que no lograban cubrir por otras vías. De las relaciones establecidas con el ámbito privado, no sólo obtienen ventajas y recursos de forma directa, sino que además, a medio y largo plazo, los numerosos vínculos establecidos las conducen y orientan hacia un manejo mucho más efectivo en la gestión y acceso a los recursos del Estado.
El ámbito familiar es de gran importancia, ya que las principales estrategias de vida de estas mujeres las encontramos en ese contexto. La familia ha jugado un papel fundamental cuando otros miembros llegaron como desplazados a Medellín. Lo más frecuente es que, en caso de tener algún familiar ya residente en la ciudad, éste reciba a sus parientes durante las primeras jornadas, en una “acogida de emergencia”; esto será esencial para ellas durante esa primera etapa caracterizada por el desconcierto y la incertidumbre. Las redes familiares prestan asistencia a los nuevos miembros, ofreciéndoles la vivienda, la alimentación, el apoyo emocional y la información sobre lo que supone vivir en la ciudad. Cuando las personas acogidas consiguen ubicarse en una vivienda independiente, normalmente intentan mantener la cercanía con los familiares o conocidos, por lo que es muy frecuente que, durante bastante tiempo, estas mujeres sigan residiendo en el mismo barrio que éstos. Con esta estrategia pretenden recuperar y conservar sus redes familiares y sociales. Aquellas que lo consiguen reconocen su importancia para superar muchas vicisitudes y el ambiente hostil de este nuevo hábitat que es la gran ciudad. Es éste un mecanismo de defensa y de búsqueda de una garantía de seguridad. La familia va generando así diferentes estrategias acordes a sus posibilidades y requerimientos para apoyarse y sostenerse como estructura.
En relación con el eje vital de las mujeres entrevistadas, éstas revelaron una gran diversidad de recursos y estrategias para enfrentar la vida y las dificultades que se les han ido presentando. Algunas mujeres insisten de manera reiterada en una subvaloración de sus capacidades, relacionada con una dependencia del trabajo formal externo al hogar. Otras insisten en las pocas capacidades con las que cuentan, derivadas de su procedencia campesina o de ámbitos de pobreza. Hay quienes, sin embargo, ante las adversidades consiguen desdramatizar y relativizar su situación.
El matrimonio antes del conflicto armado fue en algunos casos una alternativa para resolver los problemas del hogar de origen. Algunas mujeres en las entrevistas muestran una actitud de sumisión, dependencia, sometimiento, que se va a manifestar en el manejo de las situaciones. Por lo general, se trata de casos de personalidades vulnerables, incapaces de ver con claridad cuáles deben ser las estrategias para tener una familia en las condiciones deseadas. Cuando nos encontramos con un eje vital débil por parte de la jefa de hogar, suele ocurrir que los hijos/as están fuera del sistema educativo, en desempleo, etc., y con unas perspectivas de futuro no muy halagüeñas. De hecho, hemos podido constatar que las mujeres en peores condiciones son aquellas cuyo eje vital es de desánimo, con poca iniciativa, con señales de una personalidad poco hábil para enfrentar la adversidad, etc.
Por otro lado, encontramos que en muchos de los hogares las mujeres se han convertido en las únicas proveedoras, el único soporte económico, siendo ellas las responsables de todas las decisiones importantes. Así, su rol vital se incrementa, pues siguen asumiendo los roles más tradicionales, pero además suman todos aquellos que con anterioridad le correspondían a la figura masculina. Para reforzar su autoridad han tenido que poner en práctica estrategias de autoafirmación.
Otras mujeres muestran una elevada autoestima, una gran capacidad para salir adelante y para enfrentar las adversidades con una notable resistencia ante los obstáculos que les ha planteado el desplazamiento. Su meta siempre ha estado fijada en la recuperación de los espacios de formación a los que no tuvieron acceso en las primeras etapas de su vida: su familia tiene que ser mejor, tiene que ser modelo, aspiran a ser más. Estas mujeres “verracas” son quienes han hecho uso de su imaginación y coraje para solicitar proyectos productivos y montar pequeñas empresas, aunque, como señalamos, no siempre con resultados exitosos, pero eso sí, demostrando iniciativa y capacidades.
Las distintas redes sociales aparecen como elemento amortiguador ante problemas de diversa índole, de ahí la gran importancia de las estrategias implementadas en el ámbito social. En cualquier caso, lo cierto es que en la ciudad las relaciones sociales se hacen totalmente necesarias.
La familiarización y apropiación del entorno requiere de mecanismos que favorezcan el encuentro entre vecinos, con pasados y necesidades comunes y la adopción de compromisos y responsabilidades en las dinámicas barriales. Para superar la sensación de extrañeza y aislamiento se requiere las construcción de un discurso del “nos” que enfatice el que ahora, además de ser desplazado, se es habitante del barrio y se debe participar en sus dinámicas.16
Para finalizar este apartado, es preciso mencionar un hecho importante en muchas de nuestras entrevistas y que nos ha parecido oportuno incluir dentro de las estrategias, esto es, las referencias al campo religioso, así tratado y definido por P. Bourdieu. Conscientes de que este tema necesita de una mayor profundización para su abordaje,17 lo revisamos de forma sucinta por ser un recurso interesante, usado por las informantes, ante las adversidades a las que han debido y deben enfrentarse en su día a día. Estudiar la religión supone tratar el espacio de la creencia en lo sagrado, en lo divino, en lo trascendental, etc. La creencia en lo religioso conduce a muchas de estas mujeres a tener esperanza y creer en una posible mejora de su bienestar. Esa ilusión las mantiene vivas y las anima a seguir adelante. En las situaciones desesperadas invocaban a las fuerzas divinas para que les prestaran ayuda. La recurrencia a Dios como fuente de salvación y único capaz de resolver todas las dificultades aparece con frecuencia en los testimonios de nuestras informantes.
Como resultado de este trabajo de investigación hay algunos hechos que merecen ser resaltados como hallazgos, como ratificación de situaciones conocidas o como propuestas de interpretación del drama del desplazamiento forzado en Colombia. El primero, por la condición de dramatismo que implica, es la condición de miseria en que sobrevive la mayoría de las mujeres jefas de hogar desplazadas; su inserción en la ciudad no ha sido fácil, bien porque no tienen las herramientas para enfrentar el mundo urbano, bien por la fragilidad en la atención del Estado.
Las mujeres jefas de hogar sobreviven con muy pocos ingresos, obtenidos cuando tienen alguno de los trabajos de la economía informal a los que logran acceder, a partir de lo que reciben por la caridad pública y, esporádicamente, por medio de los subsidios establecidos por la política pública de atención a la población desplazada, que por lo regular forman parte de la denominada atención de emergencia y, en su caso, se vuelven permanentes.
Los antecedentes de violencia doméstica en su hogar de origen, las uniones maritales a temprana edad, un elevado número de hijos y pocos años de escolaridad dejan a estas mujeres en desventaja para enfrentar la burocracia y la dinámica estatal para obtener una digna y adecuada reparación del daño sufrido por la violación de sus derechos.
El análisis demográfico para entender con mayor claridad el movimiento de la población desplazada sobre el territorio adolece de dos problemas centrales: primero, las fuentes de información no dan cuenta adecuada de las variables asociadas a sus particulares características, toda vez que la información proviene de registros administrativos que tienen otro propósito, y segundo, no se ha hecho una clara distinción entre desplazamiento forzado y movimiento migratorio, pues son eventos distintos en sus efectos sociales, políticos, económicos y demográficos.
La valoración de la información proporcionada por las jefas de hogar desplazadas a Medellín se realizó sobre la base del concepto estrategias de vida para tratar de entender holísticamente todo lo que estas mujeres hacen para seguir adelante, partiendo de una situación que ha cambiado radicalmente sus vidas y las de su familia. Ahora tienen que ser mucho más de lo que han sido, resolver problemas que nunca se imaginaron, vivir en un lugar que poco imaginaron, hacer trámites y negocios que nunca se les enseñó. En fin, tienen que encontrar una estrategia de vida que les permita salvarse y salvar a su familia.
Las jefas de hogar desplazadas tienen una relación distante y en algunos casos de rechazo hacia el ámbito público, cuando era de esperarse que acudieran a él para resolver su situación. Su estrategia de vida se orienta principalmente por los ámbitos familiar y privado, donde hallan un mayor número de respuestas a sus demandas, en particular, porque son los que salen a su encuentro a la llegada a la ciudad, los que les darán las primeras señales de cómo proceder y como sobrevivir.
Su personalidad, denominada en nuestro trabajo como eje vital, será obviamente determinante en los logros y en la forma como se enfrentan a las adversidades. Las mujeres que tienen una mayor edad al momento del desplazamiento tienden a ser más pesimistas, más propensas a renunciar pronto a las batallas que tienen que librar por su futuro, seguramente porque tienen menos habilidades captadas en las pocas oportunidades que les ha brindado la vida. Los casos de éxito habrá que promocionarlos como la demostración de que se puede salir adelante a pesar de tanta adversidad.
1. Cfr. FARC-EP (2007), “Cronología de la resistencia: FARC-EP. Una historia de lucha”. Recuperado el 2 de noviembre de 2013 en: http://resistencia-colombia.org/index.php ? option=com_content&view=article&id=159:cronologia-de-la-resistencia-farc-ep-una-historiade-lucha&catid=24&Itemid=38
2. Cfr. CODHES (2010), “¿Salto estratégico o salto al vacío?”, en Boletín informativo de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, núm. 76, Bogotá, pp. 1-20. Recuperado el 25 de junio de 2012 en http://www.codhes.org/index.php?option=com_docman&task=cat_view&gid=62&Itemid=50 . Comité Internacional de la Cruz Roja (2007), Vidas desplazadas , CICR, Bogotá, p. 66.
3. ACNUR (2009), “Violencia de género y mujeres desplazadas”, p. 1. Recuperado el 24 de agosto de 2012 en: http://www.acnur.org/t3/fileadmin/Documentos/RefugiadosAmericas/Colombia/Violencia_de_genero_y_mujeres_desplazadas.pdf?view=1
4. Kornblit, Ana Lía (2004), “Historias y relatos de vida: una herramienta clave en metodologías cualitativas”, en Kornblit, Ana Lía (coord.), Metodologías cualitativas en Ciencias Sociales. Modelos y procedimientos de análisis , Biblos, Buenos Aires, pp. 15-33.
5. Bello, Marta Nubia (2004), “Identidad y desplazamiento forzado”, en Revista Aportes Andinos , Programa Andino de Derechos Humanos, núm. 8, Ecuador, p. 2.
6. Cfr. Banguero L., Harold (2005), El análisis de la población, conceptos, métodos y aplicaciones , Universidad Autónoma de Occidente, Cali.
7. Cfr. Reye, Ulrich (1969), El proceso de urbanización en el Valle de Aburrá , Universidad de Antioquia, Medellín, p. 32.
8. Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), Series de población 1985–2020 . Recuperado el 22 de julio de 2012 en: http://www.dane.gov.co/daneweb_V09/index.php?option=com_content&view=article&id=238&Itemid=121
9. Botero, Fabio (1991), La ciudad colombiana , Autores Antioqueños, Medellín, p. 196.
10. Cfr. Albuja, Sebastián y Marcela Ceballos (2010), “Desplazamiento urbano y migración en Colombia”, en Revista Migraciones Forzadas, Instituto Interuniversitario de Desarrollo Social y Paz, núm. 34, Alicante, pp. 10-11.
12. Cfr. Ruiz, Nubia Yanet (2007), El desplazamiento forzado en el interior de Colombia: caracterización socioeconómica y pautas de distribución territorial 2000-2004 , tesis de doctorado, Departamento de Geografía, Universidad Autónoma de Barcelona, España.
13. Bello, Marta Nubia (2004), op. cit ., p. 1.
17. Ver Bourdieu, Pierre (1971), “Genèse et structure du champ religieux”, en Revue française de Sociologie , vol. 12, núm. 3, pp. 295-334; Bourdieu, Pierre (1971), “Une interprétation de la théorie de la religion selon Max Weber”, en Archives europeennes de sociologie , vol. 12, pp. 3-21; Bourdieu, Pierre (2009), La eficacia simbólica. Religión y política , Biblos, Buenos Aires.
Published on 31/03/17
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